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El Movimiento Juvenil, los centros culturales y el pragmatismo militante

.
Ramiro Fernández Quisbert

“ser colonizado es más que ser subyugado físicamente, es
serlo culturalmente. Ser colonizado es también perder un
lenguaje y absorber otro. Hablar un idioma significa sobre
todo asumir una cultura, (implica) absorber el contenido de
una civilización".: Franzt Fanon, uno de los ideólogos de la
descolonización a nivel mundial Piel Negra Máscaras Blancas.
(1968)

Ha quedado en la retina de mis ojos y está guardado en algún recodo de mi corazón, la llegada al galpón de la parroquia Pio X de Ciudad Satélite, de las Madres de la Plaza de Mayo de la Argentina, que con su característica pañueleta blanca, que las protegía de las inclemencias del tiempo y les daba una identidad , daban incesantes vueltas a la plaza de la constitución y gritando a voz en cuello por sus hijos y nietos desaparecidos en la dictadura, su resuelta lucha, su inclaudicable postura frente al tirano. De la misma manera, el homenaje al triunfo de la revolución sandinista, con la presencia de su embajador, se constituyeron en pruebas a nuestra entereza y que sopesando los riesgos habíamos organizado en medio del peligro que implicaba, la dictadura en crisis del Gral. Luís García Meza Tejada . Y esa labor cultural personalmente la consideraba, comprometida y con bases profundamente políticas. El teatro el agujón, el trío de música, los titiriteros, los poetas, los ensayistas, los alfabetizadores, que allí desarrollábamos nuestra labor, creíamos en el cambio social y hacíamos arte como parte de la lucha por ese cambio. Éramos militantes de la revolución.
Hoy no podría decir, si fue buena o mala, esta forma de amalgama, entre arte y política, sin embargo, me doy cuenta, que esa orientación tenía claridad, respetaba principios y tenía utopías. Hoy en nuestro medio, estas buenas intensiones, han cambiado profundamente el sentido de la militancia de los hacedores de cultura, hacia un pragmatismo militante, donde arte y finanzas, es la relación dominante y la política de agentes externos subterránea, la que controla el accionar que van desarrollando los centros culturales, los artistas de diversa índole y los gestores culturales o gerentes culturales.

Conversando con un antiguo amigo teatrista o teatrero de los años 80s, caí en cuenta, sobre una verdad desnuda e insoslayable, el dijo “ no teníamos otra, para que ser tan radicales, si no recibíamos esa plata- de las financieras- nos moríamos, gracias a ellos hemos sobrevivido, pero igual con su misma dinero podemos luchar por el cambio” y claro, vino a mi mente, el trabajo de los centros culturales que conocí en la década del 80, donde se había iniciado, este dilema, ser militante político y desarrollar cultura ligada a las masas, o ser un mero artista.
Para entonces no me había dado cuenta que estaba surgiendo, al igual que en la política, un pragmatismo frío en los operadores de cultura, que enarbolaban una consigna “conseguir financiamiento o morir”. Un pragmatismo militante de los trabajadores culturales, el fin justifica los medios. Entonces nuestros operadores de cultura, amen de lograr financiamiento, de un tiempo a esta parte, sólo atinan a decir, “ a caballo regalado no se le mira los dientes” no mirar los dientes del benefactor, significa no cuestionarlo, venga de donde venga, la cosa es que traiga platita, con ella, no sólo bailarán los monos, sino los saltinbanquis, los arlequines y hasta los corruptos, que se esconderán en el cómodo refrán “ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”.

Hoy el panorama es sombrío, todo lo alternativo, se halla cooptado, toda manifestación se halla, intermediada, no se puede ver un trabajo cultural, originario, propio y sin la presencia de un gringo, disque voluntario. Los programas culturales se hallan sumergidos en la sin razón, en un activismo, poco auténtico, porque el capital los ha mediatizado, hoy nuestros operadores de cultura, ya no se preguntan, ya no se cuestionan, sólo actúan, no saben de donde salen sus pasajes, para los viajes a talleres, de donde les cae material, de donde, consiguen para organizar eventos. Crecen en una libertad, cooptada, porque si se atreven a avanzar en sus preguntas, son echados a la calle. La calle el espacio cultural de los pobres auténticos, que luchan por un mañana mejor.

El pragmatismo militante en la cultura, no pudo ser más dañino, los espacios callejeros, han quedado huérfanos, los contestarios, ya no contestan, el proceso actual, no tiene trabajadores culturales comprometidos, todos han sido subsumidos, al carro neoliberal de la cultura. En el alto, más de un grupo, sin empacho alguno, recibe capitales de la Cocacola, para hacer sus actividades, o hace alianzas con USAID, para formar líderes comunales y juveniles, y la ideología y la maquinaria de la globalización, les vale un carajo, la consigna hoy es ”como llenar el buche”, a nombre de luchar contra la pobreza o lograr la organización y participación comunitaria.

Que ha sucedido, en este tiempo, porque la gente que trabaja en los centros culturales no puede ver el fondo del asunto, o ve el fondo, pero prefiere, tapar el sol con un dedo, por no perder las migajas ganadas, con el favor de las agencias transnacionales de globalización cultural. Hasta cuando, nos tomarán el pelo, los sectores dominantes, que gestionan capitales, sin interesarles la problemática, cuanta gente vive de los problemas de el Alto, gente que incluso desprecia a sus habitantes.

Qué debemos hacer ?, parece que debemos volver a tomar las calles, las plazas, los mercados, las iglesias, los espacios vacíos, para expresarnos, para decir nuestra verdad, sobre el proceso político que vive Bolivia, debemos desatar una verdadera guerra cultural abierta a los medios de comunicación que deforman la verdad a su gusto y antojo, debemos ser un vehículo de cambio. El proceso de cambio, requiere a sus artistas, a sus intelectuales, a los cultores de diversas formas de expresión, ahora, no mañana, hoy, cuando las clases dominantes lanzan sus perros amaestrados, a mofarse de los actores del pueblo, cuando, los muchachos de “confidencias” hacen mofa, de los líderes sociales, cuando los imberbes de “esta boca es mía” , lanzan discurso ideológico abiertamente, nosotros, sin insultos, sino con arte, debemos mostrar a nuestra gente, la realidad, que ellos pretenden deformar, con visiones racistas y excluyentes y poco ecuánimes por la televisión, o la radio, ganando a su favor a gruesos sectores de indecisos, de clase medianos, sin identidad, o pobres sin luces, que adoptan los valores que transmiten los enlatados.

Este es un reto, sin duda, pero se debe luchar el día a día, aquí y ahora. Parece que algunos centros culturales, hasta hoy, no han descubierto su razón de ser, su esencia, algunos creen que son los Pub andinos, donde se hace algo de folklore, se p’iccha coca, se jala un poco y luego se chupa y se baila; Otros, a la inversa, se dan categoría al apostar a la diversidad, algo de izquierdismo trasnochado, unos rones de por medio y jazz, rock y alguito más. Nos falta, entonces, trabajar nuestra propia identidad, seguramente sin ortodoxias ideológicas, pero tampoco, con promiscuidades mal sanas, que nos conducen a un abismo confuso, donde no logremos saber el “diablito para quien trabaja”.
La lucha cultural, la lucha ideológica, es uno de los terrenos más pantanosos que debemos enfrentar, porque, sencillamente, dormimos con el enemigo, y no sabemos, cuando y de donde nos viene el ataque. Unas veces, nos cogen por el estómago, y por justificarnos, terminamos justificando al enemigo. Otras veces, nos vienen por el ego, nos elevan hasta el máximo del mérito, que nos creemos los dioses de la cultura, disfrazando nuestros errores y vicios, y con ello encubriendo los males y maleficios de los gestores de nuestro éxito. Pero también, por el otro lado, destruyendo nuestra autoestima, convenciéndonos de que no podemos contra el sistema, y que debemos aliarnos a él silenciosamente y sin rebeldía.

La lucha cultural e ideológica, es la madre de las batallas, en ella podemos depositar nuestro seguro de vida, porque un hombre o mujer, bien ubicado, en lo que quiere, lo que busca, seguro de su identidad, conciente de su autoestima, defiende sus derechos, lucha por su libertad, y busca el bien de su comunidad, de su país. Inversamente, un hombre confundido, sin valores, sin principios, es presa fácil, de la cultura e ideología consumista, individualista, alienante e ilusoria, haciendo creer al individuo, lo que no es.

Nuevos rumbos, son los que le espera al movimiento cultural, si comprende el rol político que debe jugar el joven y el artista particularmente en la sociedad. El alto, no
esta ausente de esta realidad, precisamente es en esta ciudad, donde el movimiento cultural debe fortalecerse, por que en carne propia han comprobado, que son los jóvenes los que han tenido que sacar la cara por su ciudad en el momento de la lucha cuerpo a cuerpo. Un triunfo en las calles, frente a tanques y metrallas, no se puede convertir en una derrota en las mentes de nuestra gente, es preciso luchar con las armas de la razón, la emoción y el amor, para enfrentar al enemigo, que nos ahoga, día a día, con su gran maquinaria comunicacional y sus agentes educativos en el seno de nuestra comunidad.

No debe ganarnos más, el pragmatismo militante, de operadores culturales, que han vendido su alma a las transnacionales de la globalización, no podemos permitirlo, no podemos dejar que nuestros centros culturales se sometan al designio de estos organismos que vienen con la intensión de perforar e infiltrar, a nuestras organizaciones sociales, para trabajar contra el proceso de cambios que hoy vive Bolivia.


¿Quieren descolonizar Bolivia, con las mismas
migajas con las que nos someten los colonizadores?

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