HISTORIA, EDUCACIÓN E INTERCULTURALIDAD
Ramiro
Fernández Quisbert
El
tema de la educación y la interculturalidad hoy en Bolivia y en
los países andinos-amazónicos de Latinoamérica se ha puesto de moda, no hay círculo
profesional o Junta Escolar donde no se hable de los tópicos que debería
encerrar este gran debate que tiene por
contexto, desde luego, a las sociedades “multiculturales” o “plurinacionales”,
y a su viscibilización en los nuevos procesos políticos, de irrupción de los
movimientos indígenas.
Una
de las ventajas que tiene en la interpretación de estos procesos un historiador, es haber recorrido en sus
estudios los procesos sociales ocurridos a través del tiempo, llegando a la certeza , ante este debate, de que esta
es una moda más, que los intelectuales llevan a la mesa de discusión coyunturalmente
haciendo denotar que están ante un fenómeno totalmente nuevo. Por nuestra parte
debemos dar pistas desde la historia
para comprender el tema concreto desde esta articulación entre: la historia, la
educación y la interculturalidad.
Para
los historiadores una cosa son los procesos reales, la historia con mayúscula, y otra la interpretación, la historiografía
escrita sobre la misma, eso nos han hecho
comprender los teóricos de la historia de distintas corrientes y esto
es algo esencial de entender, pues en la realidad cotidiana las sociedades prehispánicas, coloniales y
repúblicas, hasta nuestro días, siempre han vivido trasversalmente inmiscuidas
en la práctica de la interculturalidad, entendida ésta como un relacionamiento
entre culturas diversas, con valores, pautas de conducta, y hábitos diferentes,
que lograron intersubjetividades plenas o rechazos que marcaron distancias
entre culturas.
Se podría argumentar que la interculturalidad
es contraria a la imposición cultural, de una cultura dominante sobre otra u
otras dominadas, que la interculturalidad es equilibrio, intercambio reciproco
igualitario y pacífico, pero eso no es así, lo que ocurre en la realidad es una
combinación, hibridación, un sincretismo que se generan en una gran cantidad de fenómenos socioculturales importantes que se
convierten en el tiempo en el signo de
la expresión cultural de los pueblos, en sus propias identidades.
En
Bolivia superando el sesgo de visiones etnocentristas: Andinas, Orientales,
Amazónicas, Chacoplatenses, sabemos que nuestras sociedades y pueblos étnicos
diversos han tenido en el pasado y lo tienen hoy, muchas conexiones aun no
descifradas. Son conocidos los restos materiales de nuestras culturas que nos
muestran las evidencias claras de estos intercambios culturales, como ejemplo
mencionemos, el caso del templete semisubterráneo en TiwanaKu,
donde se exhibe en sus paredes las cabezas clavas que parecen representar a
distintos personajes con rasgos faciales diferentes denotando la existencia de
hombres y mujeres diversos, pero que además, conviven en una sociedad
pluricultural, un Estado en el que se hallan representados estos grupos humanos
diferentes, étnica y socialmente.
Estos
rasgos no son atributo, de los grupos humanos de Sudamérica, desde luego este
dato se repite en la sociedad Azteca y la Maya, además de otros grupos
culturales del Caribe y Mesoamérica. Donde algunas de las grandes culturas
recibieron un influjo culturas de otros grupos humanos pequeños, permitiendo una verdadera convivencia intercultural que,
como en todas las sociedades antiguas, de todos los continentes estuvieron
signadas por las luchas sociales, las guerras nacionales y otros conflictos. En fin, los encuentros y
desencuentros que parecen ser una característica universal del ser humano como
tal.
En
este ámbito, nadie puede hablar de sociedades armónicas y/o sociedades
totalmente desequilibradas e
inarmónicas, pues las mismas en algún
momento de su recorrido histórico encontraron los mecanismos de autorregulación
y convivencia intercultural, que lograron, como diría Rousseau, un contrato
social.
En
los países andinos-amazónicos, hemos vivido esta experiencia de manera
dramática, pues desde la llegada de los españoles portadores de la cultura
occidental, se nos han impuesto valores, creencias, hábitos, pautas de
conducta, cosmovisiones, con la clara y expresa intensión de convertirnos en
sus vasallos, en sus servidores, intentando borrar nuestras culturas, ocultar
nuestros templos, extinguir nuestras lenguas y en su afán depredador, limpiar
de nuestras mentes el pasado, colonizar nuestros cuerpos y nuestras almas,
homogeneizarnos como individuos a su gusto y medida y para ello, tuvieron que
recurrir a la educación, un arma noble, que combinada con la dureza de la
espada, sedujo, enamoró, silenciosamente
el espíritu de nuestros pueblos.
Pero
debemos afirmar que la fuerza de la naturaleza, la fuerza del imaginario
colectivo de los pueblos irremediablemente, también atrapó al colonizador, con
su belleza, su exuberancia, como dice Todorov, el colonizador encandilado
sintió miedo ante lo otro, lo nuevo, lo bello, lo pletórico y ese temor le
generó angustia, ansiedad, desatando ante lo desconocido, una acción
depredadora, destructora, en un primer momento y en el correr de los tiempos, ante la evidencia de la imposibilidad
y la inconveniencia de la destrucción total, se tuvo que generar una
convivencia intercultural, entre lo indio, intermediado por lo híbrido, lo
blanco, que hoy, aunque lo neguemos, es el signo de nuestra existencia presente.
La
cultura occidental hegemónica que inicialmente buscó eliminar al otro, al
diferente, tuvo que convivir con ese otro, culturas ancestrales, pero en su
accionar cobró diferentes estrategias para mantener vigente su poder de control, así el aparato
educativo, primero de la iglesia y luego de la escuela, le sirvió para este
propósito, dándole un lugar secundario a las otras culturas. Creó un sistema
educativo excluyente, del indio y de la mujer, y sin embargo, los capturó a
través de la fe, del evangelio. Creó un sistema político excluyente del indio y
del la mujer, y sin embargo, los sujetó a través del derecho, con el matrimonio
y la leyes de propiedad. Así logró lo que Fanon llama “la colonización del cuerpo y del alma”.
La educación no sólo se expresó en el sistema
educativo, sino en la vida cotidiana, en los quehaceres cotidianos,
desde el saludo hasta el buen comer y el buen vivir a través del lujo y los placeres
terrenales. Hoy la magia continua en la realidad de la vida cotidiana de
nuestro país, la chola indígena viste atuendos de las princesas europeas, las
antropólogas que llegan a nuestro país se visten de cholas para identificarse con los indios, como diría lumbreras, nosotros somos indios o
mestizos vestidos a la usanza Francesa o Inglesa, con frac ó ternos acompañados de corbatas de última moda, que en nuestro medio es
calificado como símbolo occidental.
Será signo de interculturalidad que nuestras feministas y comunicadoras que se llaman así
mismas creativas, vistan atuendos
típicos de pandillas europeas y/o
norteamericanas, punk y rastas,
copiando manifestaciones de los movimientos lésbicos europeos, y movimientos
trans?. Los qullawas modernos llevan en
sus atuendos la moda heppie de los 70s y los chutas un atuendo de torero y muchos de nuestros
hermanos indígenas llevan sombreros de ala ancha de los wester del viejo oeste
californiano, nuestros políticos indígenas andan con lentes Lenon, alguno que
otro Bolchevique con gorra de los
obreros rusos o de la resistencia francesa o tal ves barba guerrillera
y una gran cantidad de nuestras modelos son rubias a la fuerza y nuestros militares con uniforme tipo alemán,
inglés, francés o Norteamericano, conforman todo un complejo social, que no es muy fácil de descifrar, que
aquí no somos interculturales, o que hay que descubrir la interculturalidad
para la educación, eso es falso.
Hay
que reconocer que este fenómeno de la
interculturalidad, positiva y/o negativa, siempre estuvo con nosotros, siempre
estuvo presente en nuestra educación, aunque como elemento de comparación
maniqueista: ¡esto es lo malo y esto es
lo bueno!. Si una persona por casualidad visita una escuela y colegio privado, de las
ciudades del eje: La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, puede comprobar, al pasar el umbral de la puerta,
que tipo de valores e ideología cargan los contenidos educativos, los docentes
y desde luego los alumnos, ellos no desconocen la wiphala, la conocen, pero la
rechazan, reflejo de la opinión de sus padres y de sus maestros, incluso
maestros de origen aymara o quechua o tupiguarani. Los jóvenes y niños de clase
media ( no cristianos), conocen y aceptan, al ekeko y es más lo celebran en las
challas y en los saumerios de casas,
coches, trabajos, reflejo de sus familias y de la escuela, que si tolera esta
manifestación cultural, del indio hecho misterio, pero no del indio vivo. En el
caso de los cristianos ni celebran al Ekeko , ni a la Pachamama, porque su fe
les prohíbe inmiscuirse con falsos ídolos de barro, como reza la biblia.
La historia, la educación y la
interculturalidad, en la práctica siempre han tenido una interrelación en
nuestro país, lo que ha ocurrido, es que los pedagogos bolivianos salvo algunas
excepciones estaban encandilados por la cultura occidental y mostraban por
comparación al pueblo sano y al pueblo enfermo, reconocían como valores
positivos, a los valores occidentales y como valores negativos a los de los
pueblos indígenas y mestizos. Y esta es la tara que cargó nuestra educación.
Franz Tamayo, con sus reflexiones sobre
la fuerza de la raza y la pedagogía
nacional, nos marco el camino, para acercar la educación a la
interculturalidad, recuperando lo nuestro y apreciando lo otro, lo diferente.
Elizardo
Pérez, en la práctica, con la
experiencia de la escuela ayllu de warizata, valoró altamente lo nuestro, lo
ancestral, lo histórico, lo ritual, lo místico, la educación comunitaria,
siendo ellos mestizos, su gran capacidad intelectual, les hizo comprender
tempranamente la necesidad de la interculturalidad en la educación en Bolivia.
Los
preceptores indígenas, a principios del siglo XX, claro que jugaron un rol muy
importante en la educación, ya en las escuelas ambulantes
y en las normales rurales, de los
más destacados están Leandro Nina Quispe y Avelino Siñani, que apostaron por la
educación indigenal, tuvieron que enfrentar esta práctica de interculturalidad
en las aulas y en los núcleos, porque interactuaron con educadores mestizos y blancos, pues el
conocimiento de técnicas de aprendizaje y otros, vienen como resultado de
prácticas universales y no sólo de ámbitos culturales locales. Es necesario aceptar, que
en las currículas educativas anteriores
hubieron contenidos autóctonos, propios de las culturas ancestrales, pero estos contenidos,
fueron vaciados de su esencia, se los
presentaba como meros conocimientos vernáculos, como recuerdos del pasado superado,
como nostalgia de lo que fue, hasta que llegaron los redentores, del pueblo
sano, a salvar a los habitantes y estante prehistóricos del pueblo enfermo,
esta visión aun hoy se difunde en la enseñanza primaria, secundaria e incluso
superior.
Hoy
en día, la ley Avelino Siñani-Elizardo Pérez, dice pretender cambiar esta situación, desarrollando una visión de interculturalidad y
descolonización. Pero estas innovaciones a primera vista son de forma, piensan en el ministerio
de educación que poniendo el nombre del ayudante preceptor Avelino Siñani, a la ley educativa, por
ser indígena, desplazando a segunda línea al maestro mestizo Elizardo Pérez,
están iniciando una innovación en la educación, no respetando la historia de
este proceso, que en justicia se debe reconocer, cometen errores que apuntan a
un manejo de las culturas ancestrales de manera Folklórica, así como el MNR lo
hizo en su tiempo, sin preocuparse de lo esencial, a estas alturas del proceso,
parece que no importa la cara blanca o la cara negra del bandolero, lo que
importa es su actitud de bandolerismo, lo que quiere decir que al discurso de
interculturalidad y descolonización, le falta médula, se halla en la fase de
pajeo de intelectualoides, que se despabilan
en consultorías caras, sin cosas claras,
y los consultores de marras muchas veces son, amigos del amigo, sin
especialidad, sin oficio, políticos de huevos, que le meten a la cosa educativa sin conocer un ápice del tema, pero se meten, sin generalizar,
pero que los hay, los hay. Por tanto, es necesario al hablar del tema de la interculturalidad recurrir
a la historia, partir de la certeza de que esta fue, es
y será, una sociedad diversa,
donde se dan en todos los ámbitos sociales procesos de interculturalidad
asimétrica, muchas veces simétrica, que en un contexto mayor de las relaciones
internacionales, nos hace vulnerables,
por esta diversidad de posibilidades que no siempre generan centralidad de imaginarios,
identidad y objetivos comunes, nos empuja a comprender estos procesos de
interculturalidad en su médula, no en su apariencia, como moda, sino como una
necesidad vital para a través de la historia, la educación basada en lo
nuestro, interculturalidad, construyamos cimientos más fuertes para
nuestra sociedad, una sociedad autentica, donde se valore lo uno y lo otro y
se supere el snobismo de las clases medias, indias,
negras, blancas, mestizas, que consumen transgénicos todos los días en las
ciudades y a la vez son ecologistas en
las tabernas, o hablen de identidad, de los otros y no de la suya propia.
La
construcción de una sociedad plurimulti, aunque la frase suene a slogan
trasnochado de oportunistas fujuyamistas, en base a una educación intercultural
y descolonizada, todavía tiene mucho camino por recorrer, pero más largo se
hará el camino si no se mejoran las
políticas educativas y la práctica educativa en las aulas y fuera de ellas,
saltando más allá de los teóricos oenegeros que justifican sus proyectos, con
ingentes cantidades de inversión sin mover un milímetro en este gran desafío
que es el verdadero cambio.
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