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FRONTERAS IMAGINARIAS Y REDES INTERCULTURALES BOLIVIANO- CHILENAS

FRONTERAS IMAGINARIAS Y REDES INTERCULTURALES BOLIVIANO- CHILENAS
Lic. Ramiro Fernández Quisbert[1]
"Como se ha constatado, el recorrido de la historia aymara está friccionada por la acción de los estados nacionales decimonónicos, por la Guerra del Pacífico, el ciclo salitrero, la chilenización y la acción del Estado chileno a través de la escuela fiscal, como hitos y procesos relevantes. En cada momento, los aymaras buscaron estrategias diversas que combinaron elementos de su cultura, agregaron unos y perdieron otros, como la lengua por la imposición del castellano. Migraron cuando fue necesario y crearon mundos duales de subsistencia, como fue la movilidad entre la salitrera y las chacras de los valles precordilleranos, cuando las circunstancias lo requirieron. Fueron arrieros y circularon a uno u otro lado de la frontera impuesta sobre su espacio cultural, como lo hacen hasta el día de hoy en las ferias fronterizas de Colchane o del Tripartido en las cercanías de Vísviri. Además, se incorporaron a las fiestas religiosas tradicionales y resemantizaron la ritualidad cuando fue necesario" [2].
El año 2010, plantee en una ponencia de historia regional, en la ciudad de Cuenca, provincia de Azuay- Ecuador[3], motivada por mi preocupación sobre la yuxtaposición de las fronteras, coloniales y nacionales, sobre la territorialidad de los espacios indígenas en las zonas circunlacustres del lago Titicaca que involucran hoy a Bolivia y Perú; más tarde, en una visita a la zona de Arica y Tacna, me percaté, de la pervivencia no sólo de comunidades indígenas, sino de comunidades indígenas aymaras rurales y poblaciones indígenas aymaras urbanas que reinvindican su identidad andina, los usos y costumbres de su cultura, pese a encontrarse en la costa. Mucho más me sorprendió, el amor de muchos tacneños amigos por la ciudad de la Paz, constatándose lo que afirman Alberto Díaz y Marcela Tapia, en el epígrafe.
De estas lecturas y de impresiones personales surgieron algunas preocupaciones que hoy las planteo como problemas de investigación: ¿Qué pervivencias étnico-culturales, aún subsisten en este territorio de frontera, después de los procesos coloniales y  los cambios producidos por la emergencia de los Estados nación y el posterior conflicto de la guerra del pacífico de 1879?; ¿qué huellas existen de los trajinantes andinos hacia la costa y que vínculos interculturales desarrollaron más allá de los quiebres de los Estados Nación?; ¿por qué estas regiones indígenas no derivaron en economías capitalistas y se mantuvieron como lugares de paso, que no les genera el suficiente capital para invertir en su propio desarrollo?
Para dar respuesta a estos cuestionamientos comenzamos a explorar en material producido recientemente en Bolivia y Chile[4]. A diferencia de los últimos estudios sobre el proceso de chilenización[5] de las poblaciones indígenas a fines del siglo XIX  y principios del XX, realizadas por los historiadores chilenos: Luis Castro, Sergio Gonzales, Alberto Díaz, Rodrigo Ruz y otros,  asimismo por historiadores y antropólogos bolivianos como Fernando Cajías, Alexis Pérez, Xavier Albo y otros, que consideraremos  en este avance de investigación, para tratar de comprender  el proceso de cambios y pervivencias socioculturales en las comunidades andinas de la zona de frontera entre Bolivia, Perú y Chile, considerada esta una región indígena, pese a la imposición de fronteras coloniales y republicanas, de los nacientes Estado Boliviano, Estado Peruano y  el Estado Chileno a principios del siglo XIX y hasta nuestros días.
 Es muy conocida la dinámica intercultural viva, entre comunidades y redes familiares tendidas a lo largo de la frontera, para muchos pobladores no es más que una frontera imaginaria, que en su caso, no delimita nada, pues comparten pobreza, subdesarrollo, miseria y mucha frustración pese a ser zonas dinámicas de intercambio o lugares de paso, donde la gran diferencia es la presencia de efectivos uniformados y una distinta manera de tratar a los viajeros y a los comerciantes.
            Una primera constatación que pudimos hacer al realizar la investigación sobre esta zona de frontera, es la presencia, en ambos lados, de población indígena, este rasgo es muy importante porque develamos algo de la historia chilena, que en muchas fases de su historiografía quiso invisibilizarlas, no así en el caso boliviano, donde la presencia indígena, siempre fue predominante y no se pudo invisibilizarlas, pese a los grandes esfuerzos de la historiografía positivista oficialista[6], aunque sí intentaron homogeneizarlas generando un cambio cultural, no habiéndolo logrado del todo en un largo proceso de larga resistencia cultural, a la que nos referiremos en los siguientes párrafos.
              Haciendo uso de estadísticas chilenas, corroboramos estos interesantes datos. Si bien desde la llegada de los españoles al actual territorio de Chile se han tenido estimaciones más o menos fiables del volumen de población indígena en el país. Sólo a inicios del siglo XX se comenzó a censar a los aborígenes confiable y sistemáticamente. Según los resultados del censo de 1907, se determinó que había 101.118 indígenas en Chile, equivalentes al 3,12 % de la población total del país en ese año -3. 231 022-, concentrados preferentemente en las provincias de Cautín y Valdivia. Este número excluyó a los pueblos originarios del norte, de Rapa Nui y del extremo austral, pues solo se contabilizó a la población indígena de Arauco a Llanquihue.
            Según el censo de 2002, un 4,58 % de la población chilena, 692.192 personas de 14 años o más, se declaró indígena y perteneciente a uno de los ocho grupos étnicos reconocidos en la legislación de entonces- en mayo de 2008, se añadió a la comunidad diaguita, la cual se contabilizará por primera vez en el censo de 2012- Del total de la población aborigen, 604.349 (87,31 %) se declaró mapuche, 48.501 (7,01 %) aimara, 21.015 (3,04 %) atacameño, 6.175 (0,89 %) quechua, 4.647 (0,67 %) rapanui, 3.198 (0,46 %) kolla, 2.622 (0,38 %) kawésqar y 1.685 (0,24 %) yagán.
            Sin embargo, el censo de 1992 registró 932. 000 miembros de pueblos aborígenes (esto entre personas mayores de 14 años; si se incluían a los menores de esa edad, se calculaban en 1. 281 651 personas).  Esta reducción de un 30 % de la población indígena en una década se ha intentado explicar con diversos argumentos, desde aquellos que sostienen que se trata de un genocidio estadístico, aquellos que sostienen que se trata de un genocidio burocrático con el fin de deslegitimar las peticiones indígenas, hasta aquellos que sostienen que la diferencia se debe al cambio de las preguntas del censo, sin consecuencias socio-políticas. La población mapuche estimada actualmente en Chile según varias ONGs pro indígenas era de entre 800 000 a 1. 400 000 de personas, dependiendo de si se incluyen o no a quienes no conservan su cultura ni reconocen su herencia. Así por ejemplo la encuesta Casen contabilizó a 625.005 mapuches en 2006. Organizaciones indígenas estiman en un millón y medio de indígenas en Chile, otros grupos desaparecieron por la aculturación y la absorción misma resultante del mestizaje, como los pueblos changochono y picunche; mientras que un elevado número de selknam desapareció por el exterminio que los colonizadores de Tierra del Fuego llevaron a cabo a comienzos del siglo XX. Otros factores que contribuyeron a su extinción fueron las enfermedades contraídas del hombre blanco, principalmente la viruela y el alcoholismo.

Cuadro I
Pueblos indígenas de Chile (Censo de 2002)45
Etnia
Población
%
48. 501
0,32
21. 015
0,14
2.622
0,02
3.198
0,02
604.349
4,00
6.175
0,04
4.647
0,03
1.685
0,01
Total
692.192
4,58
                         Fuente: WWW. Estadística INE, Chile, 2002
            Según estudios genéticos, la mayor parte de la población indígena chilena exhibe variables grados de mestizaje.
Bolivia desde luego, no es un dato desconocido, mantuvo su población indígena en mayor porcentaje, mostrándose en las distintas visitas y revisitas coloniales y los censos de 1900,1950, 1976, 1992, 2001, 2012, con algunas discusiones que motivaron debates, que a fin de cuentas, solo confirman esta preminencia indígena, que se estimaba en 1900 en 46% y que en los últimos censos que en promedio llega a 62%[7].
            Frente a estos datos, solo debemos hacer algunas precisiones. Primero que en el caso chileno se identifica población, aymara, quechua, pero se la distingue de  un grupo denominado Colla y otro Atacameño, y ambos residen en la zona norte de frontera con Bolivia. Para nosotros, los collas son una confederación de ayllus, otrora un señorío aymara, identificado por su lengua común[8] y probablemente los atacameños también, porque ya están muy avanzados los estudios que demuestran que en la lógica de control del espacio las sociedades andinas se desplazaban en la sierra y en la costa.
            Demostrado está que Tiwanaku y el Tawantinsuyu, dentro sus políticas de expansión habían llegado a estas zonas con el desplazamiento de  sus ejércitos de mitimaes ya incluso habiéndose generado las fronteras étnicas estudiadas por Tierry Saignes en el caso de las zonas altiplánicas hacia los valles y  Martii Parssinen, en el caso del valle hacia las zonas amazónicas y orientales, donde la política de la doble residencia o el establecimiento de archipiélagos, fue común a las economías complementarias andino-amazónicas. Si esto fuera así, debemos resaltar el anacronismo con el que se trata el tema indígena, porque se estudia el tema desde una visión nacionalista, que no respeta los procesos históricos que viven las sociedades humanas. Carlos S. Assadourian, diría que se ve con ojos republicanos, los espacios prehispánicos y coloniales.
            Es de reconocer, por algunos estudios realizados, que la frontera étnica entre aymaras, quechuas, araucanos y mapuches, existieron, y que en muchos casos, sus encuentros fueron violentos, pero desde luego, también debemos de pensar que debió haber habido intercambios de distinta índole entre estos grupos étnicos, intercambios materiales, intercambios culturales, intercambios espirituales, quizá como podemos ver en el cuadro 1, estos encuentros interculturales, no dejaron nunca de darse pese a los procesos de división de fronteras entre dos Estados[9].
Las fronteras
            Abordar el tema de las delimitaciones o fronteras, inmediatamente trae a la mente el tratado de Tordesillas por el cual, el Papa  Alejandro dividió con una línea imaginaria la zona donde podían navegar españoles y portugueses, una línea imaginaria que cruzaba agua y tierra, estableciéndose frontera marítima y frontera terrestre[10]
            El tema de las fronteras hoy está cobrando mayor interés, debido a que ha entrado en conciencia de los investigadores el grado de conflictividad que hay al respecto de la convivencia de las poblaciones fronterizas, pero también, la convivencia y en muchos casos hasta un fuerte desarrollo de mancomunidades que buscan resolver sus problemas a través de generar proyectos conjuntos, en muchos encuentros de ciencias sociales y específicamente se está debatiendo sobre las realidades fronterizas. En Bolivia han sido estudiadas las fronteras étnicas de la época prehispánica, entre las sociedades de altura y de tierras bajas, en el periodo de la invasión española se dio la primera demarcación entre, Pizarro y Almagro, Nueva Castilla y Nueva Toledo[11]. Estas primeras demarcaciones entre pizarristas y almagristas, ya afectaron la lógica de organización de los estados indígenas, los suyus y las marcas, consolidándose el espacio español, con la creación de la administración de los virreinatos, las audiencias, los obispados y las gobernaciones.
            La Audiencia de Charcas y  la capitanía de Chile, generaron los primeros atisbos de conformación de  fronteras, coloniales, sin embargo, de manera subyacente se conoce, que en el mundo Andino, existía una permanente vinculación, entre comunidades que poblaban la sierra y costa, entre altiplano y costa, y que el control vertical y horizontal de pisos ecológicos, mostraba de alguna manera que eran mitimaes los que habitaron la costa, población transhumante que por necesidades económicos, culturales y rituales, iban a las zonas bajas a complementar su economía, la ponencia explora precisamente estos vínculos entre pobladores de tambo quemado y Arica, Tacna, ayllus, que en muchos casos tienen sus archipiélagos prehispánicos no destruidos en la colonia y que pervivieron en el tiempo pese a la guerra del pacífico.
            En la época colonial, después de algunos intentos iniciales por anexionar la también a Charcas (como ocurría ya con Atacama, más al sur), esta franja pasó a depender directamente del Virrey de Lima, a través del gobernador delegado de Arequipa. Pero en la práctica su situación era algo anómala. Jurídicamente dependía de Lima y Arequipa pero al mismo tiempo, por su mayor cercanía, seguía siendo el "puerto de Potosí" y la puerta natural de Charcas, por donde circulaban manufacturas y minerales entre el altiplano y la Costa[12] 
            Según Xavier Albo, gracias a estudiosos como el aymara Roberto Choque, conocemos en detalle la historia de diversos caciques aymaras a lo largo de todo ese período colonial y en ellas sobresale su gran movilidad y la amplitud de sus relaciones a lo largo y ancho de todo el territorio aymara, sin que por entonces significaran mucho las actuales fronteras estatales. Por ejemplo, los célebres caciques Fernández Guarachi, de Jesús de Machaqa (hoy, dentro de Bolivia) tenían sus redes comerciales en lugares distantes que iban desde la costa de Moquegua y Cusco[13], más allá de esas redes comerciales también existían redes interculturales donde había una  comunión de ritos religiosos, fiestas, costumbres y muchas manifestaciones simbólicas[14].
            Según Fernando Cajias, basándose en Cañete a principios del siglo XIX había población indígena en la provincia de Atacama, los datos muestran que entre 1825-1842, habitaban en las comunidades de tierras altas y bajas, y las que eran de origen aymara,  como podemos verificar en el cuadro I:
Cuadro Nº II
Comunidades en la Provincia de San Pedro Atacama 1842
Atacama Alta
Atacama Baja

 Ayllu Conde Duque
Ayllu Sequitur
Ayllu Vetere
Ayllu Soco
Ayllu Solcor
Pueblo Toconao
Pueblo Soncor
Pueblo Socaire
Pueblo Pune
Pueblo Susquis
Ayllu de ChiuChiu
Ayllu de Caspana
Ayllu de Ayquina
Pueblo de Calama
Puerto de Cobija
Mineral de Conchi
Fuente: Fernando Cajías. La provincia de Atacama (1825-1842), Instituto Boliviano de Cultura, La Paz 1975
            En el cuadro de población específicamente se presenta los nombres de los ayllus existentes en  Atacama que dependía en esa época de Potosí y en el proceso de la guerra de la independencia estuvo bajo la jurisdicción de Salta, bajo. Evidentemente, como refleja José María Dalence 1851, al inicio de la vida independiente, en la zona existía una población indígena de 3.986  habitantes y ya en 1847 había ascendido a 4.520[15].

            Los historiadores chilenos también reportan este movimiento poblacional en las fronteras, antes de la guerra del pacífico y con mayor profusión después de ella, a lo que ellos llaman el proceso de “Chilenización” de los indios peruanos y bolivianos. Efectivamente lGuía Política, Económica y Militar de 1858 estimó para el departamento de Moquegua la cantidad de ochenta mil habitantes, con esta anotación: "Su población, según los censos practicados en el año 1858, pasa de 80.000 almas, lo que no puede dudarse desde que es tan considerable la inmigración que hay de bolivianos, chilenos y europeos sobre las provincias de Tacna, Arica y Tarapacá, estimulados por el subido jornal que se paga y facilidades para adquirirlo"[16]
            Bajo esta necesidad de conocer la realidad de las poblaciones en la fronteras es que la producción historiográfica tocó los siguientes aspectos: la chilenización de los aymaras habitantes en las fronteras boliviana-peruana y chilena; el rol de la escuela en el proceso de chilenización en el ciclo salitrero; historias regionales y poder local en el proceso de chilenización; Historia, cultura y memoria en el norte chileno; la cosmovisión andina y la chilenización, las ligas patrióticas y la chilenización[17]
            Así también en la producción bibliográfica boliviana, sobre la pervivencia de los intercambios del capital monetario y del  capital simbólico, Alexis Pérez el caso de la minería y Zenón Quispe el caso del intercambio de camélidos, fuera del comercio moderno, se reporta trueque de productos, el don de reciprocidad Albó recuerda en sus estudios está presencia indígena en las fronteras, en las ferias, tanto del lado boliviano, así como del Chileno. Hoy mismo, se combina el contrabando con un intercambio natural, preexistente como ocurre con la circulación de capital, en las zonas francas de Tacna e Iquique, quedando de alguna manera aislada Arica, las ferias de Copiapó y Tarapaca y la circulación de capital monetario.
            La Lectura de la producción bibliográfica  en ambos países nos advierte que no les interesó  mencionar el tema de la pervivencia de una región indígena, más allá de las fronteras y pese a haber buscado el desarrollo como región. A raíz de esta observación es que nos planteamos  el estudio de esta problemática buscando respuestas que nos permitan comprender la dinámica sociocultural de las tierras de frontera. Una primera percepción nos hace pensar que la respuesta  no es muy fácil por ello nos adelantamos al iniciar esta reflexión a formular una hipótesis que se acerque a la realidad
Hipótesis:
             se mantuvo una región indígena en la formación social de este espacio, en ella predomina la economía indígena, que se hizo funcional al comercio capitalista, aparentemente dominante, situación que se puede observar en las crisis financieras, donde es la estructura rural la que permite resistir el embate de las mismas, que generalmente desborda el comercio y la producción capitalista; sin embargo, los circuitos de comercio y de reciprocidad con los que trabaja la región indígena re-funcionaliza la economía con diversas estrategias de sobrevivencia,  tal y como se menciona en los trabajos de Tristam Platt y otros, que reconstruyen los circuitos comerciales y los circuitos simbólicos[18]
La Región Indígena y las Fronteras Imaginarias
            Assadourian analiza  la región, como un espacio donde se entrelazan las relaciones sociales de producción, y como un territorio en el que se desarrollan las fuerzas productivas y diversos tipos de relación e intercambio. Germán Colmenares, por su parte sostiene que: ”En los países andinos, la existencia de regiones marginadas pone en tela de juicio la consistencia de una formación nacional”[19].
            Cuando se suele hablar de la condición de desarrollo evidentemente es necesario considerar que con la llegada de los españoles, se produjo una disputa por ocupar el espacio: el espacio del colonizador vs. el espacio del colonizado; sin embargo, como ya vimos, pese a algunos intentos de borrar de la historia a los indígenas, en territorio de fronteras, subsistió el espacio indígena, yuxtapuesto por el espacio colonizador, pero no eliminado, manteniéndose latente a través del tiempo y rebrotando hoy con las demandas de los pueblos indígenas en las tres naciones En su hinterland, estas dinámicas étnicas han persistido a través del tiempo y han recreado relaciones económicas, sociales e  interculturales. Como diría María Eugenia Isidro:
            “En sus relaciones interculturales, los sujetos migrantes entran en           contacto con la cultura receptora, interaccionan, se comunican, se     relacionan con lo distinto.             Pues ambas culturas poseen sus propias            características comparten a su interior sistemas de valores, costumbres,             cosmovisiones, sistemas linguísticos, que no sólo permiten su eficaz      comunicación sino que también hacen posible que no se compartan representaciones sobre la realidad, maneras de pensarla y actuar sobre          ella”[20]
            Nosotros creemos que, como solía afirmar Catherin Julien[21], que las regiones indígenas surgidas en el periodo prehispánico, no se han borrado del todo y aún hoy manifiestan sus articulaciones; que aún existe una circulación simbólica del mundo andino y no solo eso, sino que a nivel económico social, persiste en esta zonas deprimidas donde no ha penetrado definitivamente el capitalismo y que en momentos de crisis, se manifiestan de manera clara articulando estrategias de supervivencia, y en momentos de auge económico, más bien son funcionales al sistema sin perder del todo su propia identidad.
            La región indígena del hinterland Bolivia, Perú, Chile, a nivel geográfico, abarcaría el siguiente espacio: Moquegua, Llica, Sabaya, Potosí, Arica, Tarapacá, Parinacota, que articulan a la región alta del altiplano y la costa, espacio geográfico donde, a través del tiempo se han ido movilizando, comunidades aymaras, quechuas, araucanas, mapuches, atacameñas y otras, entablando relaciones interculturales en distinto nivel, económico- social, educativo-cultural y festivo, como veremos a continuación.
Economía y las ferias como elemento articulador
La región en los diversos momentos de la historia fue articulada por procesos productivos agrícolas, mineros y comerciales. En la época prehispánica fue una economía complementaria entre el altiplano, los valles y la costa[22]; en el periodo colonial y los siglos XIX y XX se articularon la minería de cobre, del guano y el salitre, la pesca  y, desde luego, el consumo que ligaba zonas de altura  con las costas marítimas[23]. Los niveles de intercambio económico fueron una constante desde la época prehispánica. Los llameros trajinantes se desplazaban hacia las costas llevando los frutos de la tierra; ya en la colonia se establecieron circuitos comerciales y centros de expendio, convirtiéndose las ferias comunales,  como uno de los centros de intercambio. Ya en la república, como mencionan distintos autores, fueron las zonas de Pacajes, Llica, Sabaya, Arica, Tacna, Tarapacá, en las ferias fronterizas de Colchane o del Tripartido en las cercanías de Vísviri, donde más se pudo notar estos intercambios de productos[24]. Queda claro, que estas zonas, pese a ser productoras, nunca lograron consolidar estructuras capitalistas, el peso de lo rural y de lo indígena fue definitivo.
La interculturalidad  y la circulación del capital simbólico en la frontera
            Según Alberto Díaz Araya y Marcela Tapia Ladino, en Chile hasta fines del siglo XX prevaleció una noción peyorativa a la condición indígena, luego de un largo proceso de asimilación por parte de los nacientes estados, se desdibujó y desvalorizó la cultura de numerosos pueblos indígenas del continente. Las distintas políticas estatales implementadas tuvieron como fin incorporar a los pueblos originarios al carro del desarrollo por la vía de la asimilación primero y la integración después. Si ello no ocurría, su desaparición sería un efecto natural del progreso. Lo que se consiguió, tras décadas de políticas hegemónicas, fue más pauperización, exclusión social, pérdidas culturales y, en algunos casos, desaparición de las sociedades indígenas, en otros se reinventaron y ellos se mantuvieron más allá de las circunstancias históricas[25].
 Al respecto de la circulación del capital simbólico varios autores hacen análisis comparativos de las pautas y conductas, de los usos y costumbres de los indígenas de las fronteras, encontrando más similitudes que diferencias, aunque es obvio que de acuerdo a los contextos regionales y nacionales, surgen elementos identitarios específicos vinculados al tiempo y al espacio donde se desarrollan, es así que mitos, leyendas, fiestas patronales, danzas, ritos a la Pachamama, solsticios al Inti y otros, asumirán características propias, respondiendo a esos contexto, ecosistemas diversos y políticas estatales o influencias externas que las afectan. Pero veamos algunos de estos aspectos que nos permitan comprender esta realidad regional indígena.  
 La lengua
            Los indígenas, que corresponden al 4,58 % de la población chilena según el último censo (2002), mantienen sus lenguas, como en el caso de los mapuches (entre 100.000 y 200.000 personas hablan mapudungun), o de las cerca de 28.000 personas que hablan aymara y quechua sureño en las regiones del Norte Grande limítrofe con Bolivia y Perú, aunque no se explicita si las utilizan como primera lengua. Según la ley 19253 de 1993, conocida también como «Ley Indígena», las lenguas autóctonas cuentan con reconocimiento oficial para su uso y conservación, junto con el español.
            En el caso boliviano Albó menciona que las poblaciones de frontera hablan el aymara principalmente, pero también el quechua, Este elemento se constituye en un verdadero vehículo de interculturalidad pues existen zonas donde los pobladores son trilingües. La lengua es un factor que conecta a las personas y no respeta fronteras o límites imaginarios.  
Historia, Mitos y Leyendas
Las investigaciones actuales de antropólogos, sociólogos y desde luego historiadores bolivianos y chilenos han analizado los procesos históricos comunes y han logrado constatar la supervivencia de mitos, leyendas, cosmovisión andina ancestral, propia de los aymaras  y otras culturas, nos referimos a los ritos a Tunupa, al Tata Sabaya, a la Pachamama , a la Chacana,  y las festividades religiosas producto de la colonización española, como las fiestas en honor a la virgen de la Candelaría, al Tata Santiago practicada por quienes viven alrededor del Lago Titicaca y las zonas andinas de altura. Este capital simbólico andino, al que se refieren varios trabajos de historiadores chilenos, se reproduce en el archipielago de San Pedro de Atacama o Atacama la Alta  y San Francisco de Chiu Chiu  o Atacama la baja, en las fiestas de Copiapo, la Tirana, donde se  danza, tinkus, diabladas, morenadas, como una suerte de interculturalidad, donde se comparte la ritualidad practicada por gente proveniente de ambas naciones, sin importar esta circunstancia, sino la esencia de la cultura ancestral que los une en la ritualidad y el amor a la Pachamama y las wacas de la cordillera.
            Esta ritualidad muy tradicional de las zonas andinas de Bolivia, tiene muchas connotaciones en la visión de la historia indígena, se replica con sus variantes regionales en el norte chileno y en parte del sur peruano. Estos procesos interculturales permitieron la supervivencia de una región indígena que se halla solapada por las naciones del tripartito, que no logró un desarrollo de tipo capitalista y que es considerada como un espacio socioeconómico subdesarrollado, pobre y sin mayor proyección a futuro, sino el que le depara las políticas estatales de gobierno chileno y peruano que hasta hoy no fue de los mejores. 
            A partir de las últimas décadas ha surgido el interés entre los investigadores nortinos chilenos por relievar la historia del otro, la del indígena, buscando visibilizar un retazo del pasado nacional olvidado. La sociedad aymara chilena fue uno de esos casos, subsumido en las acciones bélicas, económicas y estatales; pero a diferencia de la tesis de la desintegración, no desaparecieron por la acción del Estado o la influencia de la cultura nacional. Como se diría hoy, se reinventaron y se mantuvieron más allá de las circunstancias históricas. En el caso boliviano, no se nota el mismo interés, como pudimos constatar son pocos los trabajos sobre las zonas de frontera, aunque reconocemos la importancia que tiene este tema para desarrollar políticas de desarrollo donde intervengan las poblaciones en mancomunidades.
Conclusiones
Al terminar este avance de investigación esbozamos las siguientes conclusiones:
Ni la economía colonial, ni el capitalismo han  logrado, franca penetración en esta región indígena, en la formación social, regional es un factor dominante la economía regional basada en la producción y circulación campesina, articulada al comercio capitalista, que aparentemente es el centro de la economía, sin embargo, una gran parte de la población vive de otras asignaturas como la minería, la agricultura, la artesanía, el turismo, que explota el capital simbólico de la zona en cuestión.
Recuperar la historia regional indígena implica todavía un largo camino. Un sendero pedregoso, puesto que las fuentes que nos informan sobre su pasado más reciente no los consignan, ni tampoco los individualizan adecuadamente. Podríamos afirmar que fueron borrados bajo la etiqueta de la nacionalidad, de la ciudadanía y del campesinado. Por ello, profundizar en esta materia requiere de un esfuerzo multidisciplinario y colaborativo de distintas disciplinas sociales como la Sociología y la Antropología, que permitan rescatar la memoria indígena como parte de esa historia reciente. Al mismo tiempo, se requiere de una lectura crítica de las fuentes y de la búsqueda de nuevos archivos, como la literatura, la prensa o la memoria histórica concentrada en relatos, mitos, cánticos o tradiciones diversas.







[1] Coordinador del Instituto de Investigaciones Históricas  y Docente de la Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés.
[2] Alberto Díaz Araya, Marcela Tapia Ladino. Los aymaras del norte de Chile entre los siglos XIX y XX.
[3] Ramiro Fernández Quisbert. “Memoria y pervivencia de una región indígena: Los aymaras en la frontera Perú-Boliviana” en Historia del Ecuador y América Latina: estudios de caso.  II Encuentro Nacional de Historia de la Provincia del Azuay es el número 5 de la Colección Cátedra Abierta Editores. Cuenca 2010.
[4] Luis Castro. La conformación de la frontera chileno-boliviana y los campesinos aymaras durante la chilenización(Tarapacá, 1895-1929), Luis Castro, “Una escuela fiscal ausente, una chilenización inexistente: la precaria escolaridad de los aymaras de Tarapacá durante el ciclo expansivo del salitre (1880-1930)”, Cuadernos Interculturales 3 (2004): 57-68; Luis Castro y Natalia Rivera, “La sociedad rural del oasis de Pica frente al proceso chilenizador: conflictos, interacciones y reacomodos (Tarapacá, norte de Chile, 1880-1900)”, Estudios Ibero-Americanos 37: 2 (2011): 271-300; Alberto Díaz y Rodrigo Ruz, “Cuando se agitaron las banderas. Conflicto y chilenización en la sierra ariqueña: el caso de Antonio Mollo(1901-1926)”, en Tarapacá un desierto de historias. Historia, cultura y memoria en el norte chileno, siglos xix y xx, comps. Macarena Gálvez, Rodrigo Ruz y Alberto Díaz (Iquique: Fondart Regional-Región de Tarapacá, 2003), 61-83; Sergio González, Chilenizando a Tunupa. La escuela pública en el Tarapacá andino 1880-1990 (Santiago de Chile: dibam/Universidad Arturo Prat, 2002); Sergio González, El Dios cautivo. Las Ligas Patrióticas en la chilenización compulsiva de Tarapacá (1910-1922) (Santiago: lom, 2004); María Eugenia Isidro. “Migrantes bolivianos en rio cuarto una mirada desde la comunicación intercultural” 155- 164, en  Adriana Zaffaroni- Emilio Fernández Canque(Comp). Educación e interculturalidad: hacia una práctica reparatoria: debates, desafíos y propuestas., Universidad Nacional de Salta Argentina y Universidad de Tarapaca Chile, Pacarina.  Salta 2012.
[5] Denominan proceso de Chilenización a las políticas  socioeconómicas  y educativas  y cívicas fundamentalmente del gobierno Chileno para convertir a la población de los territorios anexados, en el periodo de la guerra del Pacífico, en ciudadanos chilenos.
[6] Libros emblemáticos de esta Historia oficial son los de José Manuel Cortez, Ensayo sobre la historia de Bolivia, ed. Gráfica, La Paz 1981;  Alcides Arguedas, Historia General de Bolivia, ed. Gisbert, La Paz 1975.
[7] Los pueblos indígenas de Bolivia, diagnóstico sociodemográfico a partir de 2001, CEPAL/BID, INE, Santiago de Chile , julio 2005, www.cepal.org/no,.
[8] Bertonio en su Diccionario de la Lengua Aymara, es el que unifica, precisamente por la lengua, a las confederaciones de ayllus, Carangas, Qara Qara, Charcas, Asanaques, Lupaqas, y otros
[9] Los cuadros presentados en base a estadísticas chilenas, nos permiten comprender que a nivel estadístico se tienen muchas dificultades para identificar a la población india, las distintas administraciones estatales no han puesto mucho interés en contar con datos fidedignos, además de la gran dificultad que existe al enfrentar el estudio de las dinámicas migratorias.
[10]  El Papa  Alejandro VI (Rodrigo Borgia), que había sido elegido en agosto de 1492 y con el que tenían una larga relación de favores mutuos. El Papa emitió cuatro bulas, conocidas como Bulas Alejandrinas, fechadas entre mayo y septiembre de 1493: la primera Inter caetera, la segunda Inter caetera, la tercera Eximiae devotionis y la cuarta y última Dudum siquidem.   
[11] Roberto Santos Escobar. "La contribución de Apu Chalco Yupanqui, Gobernador del Kollasuyu en la expedición de Diego de Almagro a Copiapo, principio de Chile" en colección de folletos bolivianos de Hoy, volumen III, Nº 24.
[12]  Referencia sobre este aspecto es citado en Abecia 1979, pp.109-113 y Van Kessel 1992, p. 130.
[13] Xavier Albó.  Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador  y Perú, ed. CIPCA nº 71, La Paz  2009, p..107
[14] Ibid, p. 110
[15] José María Dalence. Bosquejo socioeconómico de Bolivia, umsa, la paz 1980
[16]Guía Política, Económica y Militar de Chile de 1858 , p. 245.
[17] Véase la reciente producción historiográfica Chilena:, Luis Castro y Natalia Rivera, “La sociedad rural del oasis de Pica frente al proceso chilenizador: conflictos, interacciones y reacomodos (Tarapacá, norte de Chile, 1880-1900)”; Alberto Díaz y Rodrigo Ruz, “Cuando se agitaron las banderas. Conflicto y chilenización en la sierra ariqueña: el caso de Antonio Mollo(1901-1926)”, en Tarapacá un desierto de historias. Historia, cultura y memoria en el norte chileno, siglos xix y xx, comps. Macarena Gálvez, Rodrigo Ruz y Alberto Díaz (Iquique: Fondart Regional-Región de Tarapacá, 2003), 61-83; Sergio González, Chilenizando a Tunupa. La escuela pública en el Tarapacá andino 1880-1990; Sergio González, El Dios cautivo. Las Ligas Patrióticas en la chilenización compulsiva de Tarapacá (1910-1922), María Eugenia Isidro. “ Migrantes bolivianos en rio cuarto una mirada desde la comunicación intercultural” 155- 164, en  Adriana Zaffaroni- Emilio Fernández Canque(Comp). Educación e interculturalidad: hacia una practica reparatoria: debates, desafíos y propuestas., Universidad Nacional de Salta Argentina y Universidad de Tarapaca Chile. Sólo recientemente, gracias al trabajo de los autores antes citados, a los que cabría añadir a otros como Jean Piel, Florencia Mallon, Nelson Manrique y Cecilia Méndez, que desarrollan una historiografía menos étnica pero igualmente preocupada en el "rescate" del papel de los campesinos. Luis Castro, “La conformación de la frontera chileno-boliviana y los campesinos aymaras durante la chilenización (Tarapacá, 1895-1929); Luis Castro, Una escuela fiscal ausente, una chilenización inexistente: la precaria escolaridad de los aymaras de Tarapacá durante el ciclo expansivo del salitre (1880-1930)”.

[18] Tristan Platt. Estado Boliviano y Ayllu Andino, ed. IEP, Lima 1982, en este trabajo el autor toca el tema de la participación indígena de Chayanta Potosí en la comercialización del trigo y la mirada indígena respecto del dinero.
[19] Germán Colmenares. La región y la historia regional en los países Andinos 1870-1930, ponencia al Colloquium sponsored by the Latin American Program of the Woodrow Wilson Internacional Center For Scholars, Smithsonian Institution, Washington D,C, 1982
[20] María Eugenia Isidro. “ Migrantes bolivianos en rio cuarto una mirada desde la comunicación intercultural” 155- 164, en  Adriana Zaffaroni- Emilio Fernández Canque(Comp). Educación e interculturalidad: hacia una practica reparatoria: debates, desafíos y propuestas., Universidad Nacional de Salta Argentina y Universidad de Tarapaca Chile, Pacarina.  Salta 2012.
[21] Catherin Julien. Jatuncolla, ed. CIMA, Maestría de Historia, La Paz 2010
[22] John Murra. “El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas, pp.29-85,en Ramiro Condarco y Jhon Murra. La teoría de la complementariedad vertical eco-simbiótica, ed HISBOL, La Paz 1987.
[23] Alexis Pérez. El Estado oligárquico y los empresarios de Atacama (1871-1878), La Paz, ediciones gráficas E.G, 1993.
[24] Véase, Zenón Quispe Fernández. El camélido en Santiago de Machaca. Entre el intercambio y el contrabando del siglo XX (Santiago de Machaca-Bolivia y Tacna-Perú), tesis de licenciatura inédita
[25] Alberto Díaz Araya, Marcela Tapia Ladino. Los aymaras del norte de Chile entre los siglos XIX y XX, www, población chile, internet.

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