DESAFÍOS DE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA
Por: Ramiro Fernández Quisbert[1]
En
Bolivia, y quizá en toda Latinoamérica, la presencia de la visión occidental de
la historia ha calado profundo, tanto que parece haberse naturalizado. Tal es
así, que no pasa de moda ni su forma narrativa de la historia ni la metodología
historiográfica; en el caso de la historia latinoamericana decimonónica, la
historia heroica y fundadora ha quedado impregnada en la piel.
Los
historiadores han cambiado de traje teórico, se visten hoy inclusive con
atuendos posmodernistas y, sin embargo, para el ciudadano de a pie y con más
fuerza para los docentes de nivel primario y secundario, la historia,
esencialmente decimonónica, cronologista, presidencialista, memorista, es
sublime; es el sumun de la enseñanza de la historia hablar de los grandes
hechos y de los grandes hombres –héroes Carlylianos– y los hechos
trascendentales, encarnados en los titanes de la independencia y su magnánima
acción para la construcción de la nación, de la república.
Con
menos fuerza se puede observar la historia colonial, los sectores indígenas la
recuerdan para llorar el oprobio, los blancos y mestizos, para solazarse
hablando del abolengo, y la madre patria, esta historia de salón con función
culturalista con aromas de museo, aún tiene a sus cultores más conspicuos en
las Academias de Historia que soportan algunos gobiernos, como el nuestro, como
reliquias del pasado junto a sus grandes sabios, que con sus largas barbas o
pulcras levitas pasean por el pasado como verdaderas autoridades en el
conocimiento del tiempo y del espacio.
Esa erudición
a prueba de fuego, que sólo se ve en acción en tertulias y eventos culturales
cerrados en pequeñas cofradías de auto-convencimiento, bajo discursos de
predestinación y sabiduría. Estos son los términos en los que se expresa la
historia en las aulas, en la misma cátedra universitaria que se precia de
captar los últimos adelantos de la ciencia; pero, como se observa, se halla en
una crisis de identidad enconchada en sí misma, sin darse la oportunidad de
vivir momentos más propicios. ¿Cuál es el cuello de botella de la enseñanza de
la historia y de la Historia misma como ciencia? Este es un gran problema, un
primer aspecto es que la historia oficial se ha naturalizado; para ella es
normal que la historia como conocimiento no cumpla ninguna función social, que
sólo sirva para acompañar las nostalgias del pasado, que los historiadores
hayan llegado a la madurez con mucho que narrar y erudición a toda prueba para
dar grandes lecciones del pasado a las generaciones venideras.
Este
es el rasgo perverso que tiene nuestra historia oficial, naturalizada por la educación
y las subsecuentes reformas educativas. Pese a los cambios que se presentan en
la política boliviana, de hecho lo que más tarda en cambiar son los procesos
mentales; por ello, hoy la historia decimonónica goza de buena salud y es
alimentada por nuevas generaciones de historiadores formados en esa vieja
escuela, aunque obviamente algunos cambios generaron los cófrades de la
historia en el país, en los círculos que se defienden ante la necesidad de las
nuevas generaciones de avanzar en la construcción de nuevas visiones de la
historia de la sociedad boliviana y, por qué no, latinoamericana.
Frente
a tal panorama sombrío, hace algún tiempo en los corrillos universitarios, en
las páginas web y hoy, en las redes sociales, se comenzó a hablar de algunas posibles
soluciones y acciones para abordar los problemas de la producción
historiográfica en el presente. Así, del debate constante se viene construyendo
el nuevo paradigma de Historia Inmediata, de historia del presente, que exige
la participación del historiador en las acciones, a través de su presencia
viva, implicándole problemas existenciales por no hallarse aún preparado
teórica y metodológicamente para enfrentar sus desafíos, para enfrentar viejos
problemas como la objetividad y la subjetividad de sus visiones, el uso de
fuentes y métodos desarrollados incluso desde Heródoto hasta Fontana, Arostegui
y Carlos Barros, que han ido dando distinta tónica al debate de esta Historia
Inmediata, que implica realizar investigación histórica en el presente.
Desafío uno: El
shock del futuro “toofleriano” es hoy el pleno presente frente al cual debemos
generar una gran apertura mental al debate teórico y cuestionar todo lo hecho
hasta ahora con respecto a las fuentes históricas, los métodos de
investigación, el análisis de los resultados y el tratamiento especializado de
la interpretación histórica. Nos acercamos a esa visión de
interdisciplinariedad cada vez más próxima. En otros términos, debemos darles
amplia posibilidad a la Teoría de la Historia, las Ciencias Sociales y las mil
y un maneras de abordar la investigación histórica de manera transversal,
asumiendo que el ser humano es un investigador nato, que desata procesos a
través de su curiosidad y su capacidad de sistematizar los resultados,
potencializado hoy por el desarrollo de la tecnología. Aquí comienza otro
desafío educativo.
Desafío dos: No se
equivocó de camino McLuhan, la aldea global a través de las multimedios es hoy
una realidad. El docente de tiza y regla aleccionadora ha sido devorado por el
tiempo y la tecnología. Los historiadores debemos comprender que el pasado, el
presente y el futuro han acortado sus dimensiones, sus límites son casi
imperceptibles; la dialéctica de lo diacrónico y lo sincrónico es muy dinámica,
así como hoy la Física Cuántica lucha por comprender la esencia de los cambios
cualitativos y cuantitativos de la materia. Los historiadores debemos, a través
de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs), acercarnos a la
dialéctica de los procesos sociales, dinamizar la comprensión de los tiempos
cortos, medios y largos, “Braudelianos”, para hilar fino en el análisis de las
dinámicas sociales en el tiempo y el espacio. Los niños y jóvenes de este
tiempo miran la vida de otra manera: símbolo e imagen, están almacenados en su
chip cerebral simultáneamente. Para no quedarnos paralizados viendo correr la
historia desde los balcones académicos, debemos abrazarnos al paradigma de
nuestro tiempo, la Historia Inmediata, construida desde los multimedios, con el
debido equilibrio con las fuentes y maneras tradicionales de hacer historia.
Desafío tres: Frente a este nuevo reto educativo debemos asumir que se tiene que innovar la enseñanza de la Historia, darle mayor importancia a la investigación social, a la producción de material didáctico, para que el recrear de la historia sea útil para la vida del presente, como diría Prats, no con fines patrióticos o de conmemoración a los caídos, sino como una práctica crítica de analizar los procesos sociales, que nos permita seguir adelante construyendo con más certezas que incertidumbres. Así la historia se constituiría en una herramienta vital para la construcción de un proyecto social aquí, en Bolivia, en Latinoamérica y en el mundo.
La Paz, 13 de Diciembre de 2012, RESQUICIOS Nro.
15, Congreso de Historia Inmediata, Cochabamba.
[1] Historiador. Docente contratado en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) Investigador adjunto del Centro de Estudios para la América Andina y Amazónica (CEPAAA) 12
Comentarios